Un fin de semana en La Rochelle, entre la vida urbana y el aire marino

👉 Un paseo por el Viejo Puerto

Empezamos por el Vieux-Port de Plaisance, "el lugar donde hay que estar". Es aquí donde los habitantes de La Rochelle pasean y disfrutan del cálido ambiente, entre las guinguettes y el mercado. El Puerto Viejo se construyó en la Edad Media y está enmarcado por las famosas torres. Estos tres guardianes de la ciudad rebelde son la Tour Saint Nicolas, la Tour de la Chaîne y la Tour de la Lanterne.

Por la mañana, aproveche para visitar el mercado cubierto, que tiene lugar todos los miércoles y sábados. Es un lugar animado donde podrá descubrir los sabores y aromas de los productos frescos. Este encantador edificio de hierro forjado, cristal y ladrillo fue construido entre 1834 y 1836 en la plaza de la Grande-Boucherie.

👉 Recorrido por el centro histórico de La Rochelle

Una vez abierto el apetito paseando por los pasillos del mercado, es hora de dirigirse al barrio, que alberga numerosos restaurantes, para disfrutar de un almuerzo gourmet en esta calle peatonal tan agradable, alejada del bullicio del muelle.

La Fleur de Sel es uno de los mejores, con platos sencillos pero deliciosos elaborados con productos locales. Para los que dispongan de más presupuesto, Les Flots ofrece cocina marinera gourmet en un ambiente agradable e íntimo.

Comenzamos la tarde con un tranquilo paseo por el barrio de Gabut, con sus pequeñas y coloridas casas de madera que le dan un aire de pueblo pesquero. Para los que no les gusten las aglomeraciones, esta zona es un poco menos turística que el puerto viejo.

Para rematar el día, tómese una copa en Le France 1, un bar muy agradable situado en la cubierta superior del barco del mismo nombre. Es el lugar perfecto para contemplar la puesta de sol sobre el puerto de la ciudad.

👉 Un paseo en bici con el viento en el pelo

Aproveche los 230 km de carriles bici de La Rochelle para descubrir la ciudad en bicicleta. Es la ocasión perfecta para tomarse su tiempo y explorar las callejuelas a menudo inaccesibles en coche. Por cierto, La Rochelle fue la primera ciudad de Francia en introducir el autoservicio de bicicletas en 1976.

Para cambiar de aires, no hay necesidad de recorrer kilómetros y kilómetros. Basta con ir en bicicleta hasta la playa de Minimes. Pequeña pero popular, esta playa ofrece numerosas actividades acuáticas: kayak, stand-up paddle, vela, pesca y vuelo de cometas. Desde la Plage des Minimes, puede aprovechar para ver el faro Bout du Monde, una réplica exacta del de la Patagonia.

👉 Conoce a Père Fouras

Si no le basta con ver el océano, siempre puede "echarse a la mar" y poner rumbo a Fort Boyard, la fortaleza marítima mundialmente conocida gracias al concurso televisivo del mismo nombre.

Para acceder a esta excursión imprescindible, hay que embarcarse en uno de los cruceros de la ciudad. Se encontrará entre las islas de Aix y Oléron, con el Fuerte alzándose en el centro. Para más emoción, también puede volar en helicóptero.

De vuelta a tierra firme, es hora de redondear este maravilloso fin de semana con una cena memorable en uno de los muchos restaurantes de la ciudad. El restaurante Christopher Coutanceau, galardonado con una estrella Michelin, es una apuesta segura.