La renovación de las escaleras comenzó en 1994 con motivo de la Copa del Mundo de fútbol, pero el proyecto pronto se convirtió en una obsesión para el chileno Jorge Selarón. Para él, era una oportunidad de rendir homenaje a los brasileños, a los que adora. Instalado en la ciudad desde los años 80, este carioca de adopción fue a las obras para encontrar las baldosas que hoy forman el mosaico gigante de la calle Manuel Carneiro.
Eligió principalmente los colores azul, verde y amarillo, en homenaje a los colores de la bandera brasileña. La obra se convirtió en un símbolo mundial de la unidad de los pueblos y las naciones. Jorge siguió recogiendo adoquines todos los días, transformándolos en baldosas para su obra de arte. Recibió cientos de ellos de numerosos viajeros. Casi 30 años después, los 215 escalones están ahora cubiertos de recuerdos y hallazgos de más de 120 países.
Selaron veía su obra maestra como los transeúntes que subían y bajaban sus escalones: en constante evolución. Por eso declaró que "este sueño loco y único no terminaría hasta el día (de su) muerte". En 2013, fue encontrado sin vida en los peldaños de su querida escalera. Las circunstancias de su muerte siguen siendo un misterio... Sus allegados dicen que estaba deprimido, pero una entrevista al ceramista en el diario brasileño "O Globo" publicada el día de su muerte pone en duda la teoría del suicidio. Al parecer, el artista recibía amenazas de muerte de un antiguo colega.