Turín, capital del chocolate

La llegada de las habas de cacao a Turín se remonta a la segunda mitad del siglo XVI. Se dice que el duque Emanuele Filiberto de Saboya lo introdujo en forma de bebida caliente: el famoso chocolate caliente. Esta lujosa bebida estaba reservada a la familia real y a la nobleza. Se consideraba tanto un manjar como un remedio. Los chocolateros italianos se convirtieron en virtuosos del arte de prepararlo y exportaron sus creaciones a todas las grandes cortes de Europa (Francia, Alemania, etc.).

Más tarde, el consumo de chocolate se democratizó con la invención del chocolate masticable, más fácil de transportar y más asequible. Con el tiempo, Turín vio nacer a algunos de los más grandes nombres de la chocolatería, como Michele Prochet, Ernesto Alberto Caffarel, Guido Gobino y Guido Castagna. Mención aparte merece el pastelero Pietro Ferrero. Fue en Turín donde se le ocurrió la idea de fabricar chocolate gianduja para niños, junto con su famosa Nutella y varias tabletas de chocolate.

A finales del siglo XIX, tras el bloqueo ordenado por Napoleón, la escasez de chocolate impidió abastecer a las chocolaterías turinesas. Un chocolatero turinés tuvo la brillante idea de llenar el vacío de chocolate con avellanas tostadas, un fruto que crece abundantemente en Piamonte (ahora tiene DOP). Así nació la gianduja o gianduia, que se convertiría en el ingrediente esencial de muchas especialidades turinesas.

Cinco siglos después, el chocolate sigue tan presente en la ciudad como siempre. No hay más que ver la cantidad de tiendas que lo venden. En la calle Carlo Alberto se encuentra la boutique Caffarel, maestro chocolatero desde 1826, adquirida por Lindt & Sprüngli.

Un poco más lejos, en la calle Lagrange, se encuentra la mundialmente famosa Guido Gobino, y después, en la plaza San Carlo 191:Stratta.

La tienda Baratti&Milano también merece una visita.

También hay varias pequeñas chocolaterías artesanales por toda la ciudad.

Hoy en día, la mayoría de los cafés de Turín han conservado esta tradición chocolatera y sirven excepcionales chocolates calientes que nada tienen que ver con los que se toman habitualmente en los cafés. Para un festín para la vista y un viaje en el tiempo, está el Caffè Fiorio en via Po, bajo los soportales, no lejos del Palacio Real. Otros lugares históricos donde disfrutar de un buen chocolate caliente servido según la tradición piamontesa en la plaza Castello son Mulassano, en el nº 15, y Baratti & Milano, en el nº 27.

El chocolate emblemático de Turín es el Gianduiotto. Inventado en 1865 por Caffarel, este pequeño bombón envuelto en papel dorado se asemeja al tejado de una casa o al sombrero de la marioneta local (¡más verosímil!). Se elabora con chocolate con leche y pasta de avellana (la famosa gianduja, muy copiada posteriormente). Pero no cualquier avellana, sino la variedad Tonda Gentile producida en Piamonte.

Hay otros chocolates menos emblemáticos pero igual de deliciosos: cremino (cremini en plural) o Turinois (mezcla de chocolate con avellanas y crema de gianduja), alpino (con licor) o diablottini (pastillas de chocolate) aromatizados. Por supuesto, muchos pasteles turineses también contienen chocolate, como los baci di dama, a menudo servidos con chocolate caliente.

Otra de las especialidades chocolateras de Turín que no debe perderse: el Bicerin. Su nombre hace referencia al vaso sin asa en el que se sirve. Esta sutil bebida, inventada en el siglo XVIII, se compone de capas sucesivas de chocolate caliente, café expreso y crema de leche fría. Antiguamente, estos ingredientes se servían por separado y cada persona los medía al gusto. Hoy en día, se come tal cual, sin mezclar (lo que está mal visto). Se pasa del caliente al frío, y los sabores se mezclan en la boca: ¡es divino!